miércoles, 5 de agosto de 2009

Barniz

Ya era casi medianoche, las malditas horas se empecinaban en recordarme que de nuevo otro día
se me había escapado por las rendijas ataráxicas de mis noches vacías.
Se supone que debía de estar con R., en esa aburrida fiesta con sus amigos, ésos que pasarían sin duda toda la noche haciéndome sentir como una tonta, en aquella casa llena de gente que no paraba de simular sonrisas de inercia y miradas de artifico...qué asco de aire nuevo y de aire viejo enrareciendo una vez más mi atmósfera con su batalla de poderes.

Le dije, lo siento, esta noche, me quedo con la familia, ya sabes....

Lo cierto es que C., había entrado con calzador en mi vida hacía apenas un mes; era esa clase de hombre necesitado de aprobación y lleno de complejos , pero que te daba hasta la última gota de su sangre en su empeño por construirte un castillo a su medida.
Él pensaba que me tenía, pero en realidad ni siquiera se había acercado un roce con mi alma.

Pero aquella noche todo era distinto, tenía que hacer algo para llenar los próximos segundos, minutos, horas...
Me meto en la ducha, y araño mi capa de barniz de la conciencia, medias negras sujetadas por el liguero, brasileñas de encaje tan diminutas que parecen tejidas con un cabello de ángel caído, zapatos de ante y tacón imposible. Me enfundo en mi vestido negro, ése que recuerda la silueta de una Geisha, sobrio, elegante , con las aperturas interminables a ambos flancos de mis piernas.
Me recojo el pelo con la larga aguja de strass, resultando despreocupada y sofisticada a la vez; máscara de pestañas y brillo de labios, ya está.

Dios, cómo me gusta que me mire de esa forma; le sello la boca con mi deseo húmedo y le arranco la camisa para descubrirle su torso desnudo, me quita el vestido y se sorprende de encontrar sin obstáculos mis senos desnudos que devora con ceguera.
Está ahí, extasiado y desnudo junto a mí, náufragos de una extraña atmósfera que huele a deseo liberado...nos miramos con agradecimiento.....